viernes, 5 de diciembre de 2014

Una imagen dice más que mil palabras.

      La fotografía que verán a continuación me la encontré navegando por la red. desconozco quién es su autor o cuándo fue tomada, ni siquiera puedo asegurar que no haya sido modificada/creada con photoshop o algún programa similar (en verdad deseo que así sea); pero es una clara representación de nuestra triste realidad. Estaba en un compendio de imágenes divertidas... aunque sigo sin encontrarle el humor.


      Lo que apreciamos es un grupo de jóvenes, probablemente en una excursión escolar en un museo, completamente desinteresados por el maravilloso trabajo de Rembrandt, "La ronda nocturna", por estar pendientes de sus teléfonos celulares. Lo repito, más que humor me parece una terrible alerta.
      No, no soy de esos que culpa de todos los males del mundo a la tecnología. Estoy completamente fascinado con los alcances que las telecomunicaciones nos brindan. Cargo todos los días con mi celular y estoy frecuentemente revisando mis redes sociales y navegando en internet. Creo que, como todo lo demás, no es la herramienta la culpable, sino el uso que le damos. Es decir, si alguien choca por estar mandando un mensaje de texto, no debemos satanizar al teléfono, el conductor no estaba prestando atención al camino, cosa que pudo ocurrir por un celular, un letrero en la calle o seguir con la mirada a una muchacha en el camino. La tecnología sólo potencia nuestros intereses.
     Lo que nos trae de regreso a la imagen. Lo alarmante de la misma no es que los muchachos prefieran estar viendo el video del "Gangman Style" en sus celulares (o lo que estuviesen viendo) sino que se muestran indiferentes a la obra maestra a su lado. Eso no es por sus celulares, los teléfonos les brindan el medio de escape pero su atención no se maravilla con el arte, tengan o no Wi-Fi disponible. Eso es resultado de la educación recibida.
      Y no me refiero al trabajo del profesor que piensa que es suficiente con llevarlos a un museo y dejarlos deambular libremente por ahí, sino a los padres que, de forma más que evidente, no los han acercado a las bellas artes, no les han inculcado una sensibilidad estética, permiten que la pantalla táctil del celular sea su único contacto con el mundo.
     Pensar que llevar a un niño al museo es suficiente para acercarlos al arte es tan absurdo como asumir que sólo se precisa ver a una persona para enamorarse de ella. La vista crea el acercamiento, pero debemos conocerla para llegar a sentir algo por ella. Es igual para el mundo del arte, no es cuestión de ver una obra, sino que debemos conocerla para poder enamorarnos.
     La apreciación estética es como correr, todos podemos hacerlo pero es necesario desarrollar la habilidad para no desfallecer en el intento.
      Por eso, querido lector, te propongo que la próxima vez que veas a unos muchachos sufriendo en un museo, ignorados por su profesor, copiando lo que dice la ficha bajo la pintura; te acerques y les compartas algo de tu experiencia estética. Muy probablemente te van a mandar al diablo pero, quizá, logremos sembrar la semilla del arte en alguno de ellos. Eso es siempre un bien universal.

Guillermo Herrera

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viernes, 28 de noviembre de 2014

La imagen y por qué cuidar sus cambios.

      En estos momentos me encuentro en un enorme predicamento, estimado lector, la boda de mi hermano se celebrará éste fin de semana y me es prohibitivo rasurarme y cortarme el cabello para verme ad hoc a la ocasión. El motivo de mi imposibilidad, hice una audición para un comercial y me encuentro esperando la resolución.
      Podría sonar descabellado para todo aquel ajeno al medio actoral (ya sea en la parte teatral o audiovisual del mismo) pero decidir y mantener una imagen para tal o cual personaje, es muy importante en el quehacer de ésta actividad. Si llegas a una prueba con, como fue mi caso, una barba cerrada, debo mantener el mismo look hasta que los productores me digan lo contario. Muchos trabajos se han perdido por la "inocente" decisión de pasarse el rastrillo o hacerse unas "mechas" en el cabello.
      Sé que puede sonar banal, que la imagen predomina sobre las habilidades histriónicas. Idealmente las capacidades que demuestres en tu prueba serán las que determinen si te quedas o no con el trabajo, sin embargo, la imagen es lo primero que la gente percibe de nosotros y, es natural, que la gente se haga una idea de nuestra persona basada en la misma. Por tal motivo los productores tienen de antemano una imagen "ideal" del personaje en cuestión. Para esto se suele emplear el book, una carpeta con información personal y una serie de fotos presentando distintas imágenes. Para demostrarle a los productores los diferentes looks que puedes conseguir.
      Aún así, la imagen con la que presentas tu audición, es con la que esperan encontrarte cuando te contacten. Si necesitan que modifiques tu apariencia, te lo notificarán con tiempo.
      Ya sé que algunos de ustedes estarán pensando que los actores somos unos tontos por permitir que los productores nos reduzcan a una simple imagen, una "cara bonita" sin talento aparente. La frase "no se debe juzgar lo de de afuera, lo que en verdad importa es lo de adentro" debe estar sonando en sus cabezas. Y tienen razón, la imagen de una persona no determina sus habilidades o intensiones. Sin embargo, acompáñenme en un ejercicio de imaginación:
"Se encuentran en una fiesta. La música suena a todo volumen. Estas con unos amigos, platicando, divirtiéndose. De pronto, al otro lado del salón, entre la multitud, ves a una persona que llama tu atención, te atrae por encima de la gente a su alrededor. Esta con su grupo de amigos. No alcanzas a escuchar de qué están conversando pero debe ser algo divertido porque, sin que lo esperes, ríe y ésa sonrisa te cautiva, te congela. No puedes quitarle los ojos de encima. Prácticamente dejas de poner atención a la plática de tus amigos. Después de unos tragos de "valor líquido" te decides, te pones de pie y te acercas con la firme convicción de iniciar una conversación con..."
     Si todo salió bien y te imaginaste a una persona que te guste (en mi caso visualicé a Scarlett Johansson) sentiste la emoción de la conquista y, cegado por la misma, no notaste que todo fue basado en la imagen. No hay manera que, a esa distancia, pudieras saber qué hay en su interior. Imposible deducir si alguien es o no buena persona con sólo verlo. Sin embargo, su imagen fue determinante para acercarte y conocerla.
     Éso es lo que los productores buscan, el público decidirá, basado en la imagen de alguien, si quiere o no conocer a dicha persona. Por eso buscan tipos físicos que representen al sector al que apelan.
      Entonces debemos reconocer que la imagen es significativa para el actor que busca trabajar. Por tal motivo, no entiendo aquellos que deciden tatuarse.
      No me malinterpreten, me encantan los tatuajes, es un arte gráfico fabuloso (los bien hechos, claro esta) y si no me dedicara a la actuación no dudaría en hacerme uno. Si no me dedicara a la actuación.
       El problema que tengo es que los actores, en búsqueda de expandir nuestro rango de personajes (recordemos que nos limita nuestra edad, experiencia, técnica y apariencia) debemos buscar vernos lo más neutrales posibles para, a partir de ahí, acercarnos al personaje que buscamos. Un tatuaje es una marca que esta presente, no nos podemos quitar y limita los personajes que podemos representar. Es encajonarnos en un tipo muy específico de personaje y cerrarnos las puertas para todo lo demás. Una muy mala decisión, si me lo preguntan.
      Y ya sé, hay famosos actores de Hollywood que tienen tatuajes visibles, los tatuajes se pueden cubrir con maquillaje o digitalmente. Es cierto, pero eso cuesta dinero y los actores famosos (Angelina Jolie, Brad Pitt, Johnny Depp) generan ganancias por su presencia en el proyecto. Si alguien va a brindar ganancias de $300 millones de dólares en boletos de cine, ¿qué importa que nos gastemos unos cuantos miles en ocultar su "tinta"? 
     Pero el actor principiante, cuyo número de asientos en la sala se limita su familia y amigos cercanos no genera lo suficiente para justificar el gasto que se va a hacer en tapar su tattoo. ¿Para qué contratar a aquel que nos va a dar problemas de vestuario o generar gastos extras de maquillaje cuando tenemos a una docena más que puede hacer el mismo trabajo sin requerir del costo extra?
       Lo repito, tatuarse en el mundo histrión me parece una mala decisión.
Muchas gracias por leer y compartirnos y, ¡nos vemos en el teatro!

Guillermo Herrera

¿Ustedes qué opinan al respecto? Nos encantaría conocer su opinión en nuestras redes sociales:

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PD: Al momento de la publicación de éste artículo ya estoy felizmente rasurado. Triste en materia económica porque no me quedé con el personaje pero, al menos, no tuve que ir a la boda de mi hermano como un vagabundo. Gracias por leernos.



martes, 4 de noviembre de 2014

La Muestra Estatal de Teatro y la comunidad auto-complaciente

     El pasado domingo 12 de octubre finalizó la Muestra Estatal de Teatro en Jalisco. Tuvimos la oportunidad de ver, de forma gratuita, poco más de una docena de trabajos de las más variadas técnicas, estilos y temas. Grandes actuaciones, interesantes propuestas, distintos niveles de aprovechamiento del complejo lenguaje escénico... lamentablemente la gente no se enteró.
     La Muestra Estatal es un evento anual en el que se agenda lo mejor del teatro del estado (existen bases para inscribir su obra y se debe pasar una etapa de selección). Cualquiera puede acercase a los foros y entrar de forma gratuita a disfrutar del trabajo. Únicamente se pide a los asistentes llegar con una hora de anticipación, ya que se entregan boletos (reitero, sin costo) para llevar un control de la función.

     Así es que hubo personas que, pese a llegar 2 horas antes de la hora marcada, se quedaron con las ganas de entrar a la función que deseaban, ya que se acabaron los boletos desde muy temprano. Ésa es la generalidad de la Muestra Estatal: teatros a reventar, personas que se lamentan en la banqueta por no alcanzar lugar, actuaciones aplaudidas por una, lamentablemente atípica, sala llena, filas de ingreso que le dan la vuelta a la cuadra; un éxito a los ojos de cualquier persona. Tristemente es todo una ilusión.
     Como dije al principio del escrito, la gente no se entera, las agendas casi no tienen difusión, los posters se pegan en contados establecimientos, el cronograma es complejo y no existe la apropiada explicación de las distintas sedes y diferentes horarios, un caos. Un triste caos.
    Entonces, ¿cómo se explican las numerosas asistencias? ¿Por qué digo que es una ilusión? La razón por la que difiero con Secretaría de Cultura y no veo como un rotundo éxito al festival es que esta lleno de estudiantes y profesionales de la actuación. Parece ser que los organizadores están complacidos con que aquellos que estudiamos o nos dedicamos a las artes escénicas seamos los únicos que sepamos de la existencia de la Muestra.
    No tiene nada de malo que el gremio este al pendiente de los suyos. Es importante que conozcamos los trabajos que realizan nuestros colegas, así como ser visto por los demás artistas escénicos, eso formará vínculos entre nosotros y nos brindará la oportunidad de aspirar a trabajar con más gente del medio. Pero, ¿ése es el objetivo de la Muestra Estatal?
     Por mi parte, encuentro muy triste que, terminando la Muestra, los teatros tapatíos luzcan con su habitual aforo de 15 espectadores. Creo que ése es el principal error y peor faceta del auto-engaño.
    ¿De qué sirve que los trabajos sean vistos por un centenar de colegas que corren a las salas sin pagar? Al fin y al cabo, ellos no son los que van a mantener a los demás grupos, ellos no van a convertirse en públicos frecuentes. Todos los grupos trabajamos más o menos en los mismos horarios, así que, aunque lo deseemos, nuestras funciones o ensayos nos impedirán asistir al teatro con la frecuencia que quisiéramos. Ninguna comunidad artística se sostiene mediante el consumo de sus propios creadores.
     La Muestra debería fomentar al público general, ése que no acostumbra a ir al teatro, a acercarse a las salas, ver lo que los artistas locales están haciendo (la pre-selección funcionaría para que el público novel no se lleve una decepción al encontrarse un trabajo de dudosa calidad) y confíe en regresar. Pero para que éso suceda, primero deben enterarse que se esta llevando a cabo.
    Ojalá las autoridades correspondientes se pongan las pilas, aprovechen los recursos destinados a ésta celebración para ayudarnos a eliminar uno de los muchos estigmas del teatro local, nos esforzamos por crear obras de calidad... pero el público potencial no lo sabe.

Guillermo Herrera

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viernes, 10 de octubre de 2014

La pregunta que me ayudó a reflexionar

     Éstas últimas semanas he estado desconectado del blog porque tuve la oportunidad de participar en un taller con el objetivo de acrecentar mis conocimientos sobre el quehacer escénico. Precisamente al respecto van a ser mis próximas colaboraciones.
     Lo primero que les quiero compartir es lo que me ocurrió el primer día del taller. Como parte de una dinámica grupal, debimos presentarnos frente a los compañeros y contestar las preguntas que les nacieran a los demás, a fin de conocernos y romper las barreras que pudieran existir entre nosotros debido a la vergüenza social.
     Debo aclarar que no era un taller exclusivo para la comunidad teatral, se trataba de un taller de comedia y estaba abierto a todo aquel que tuviese interés en experimentar el roce con el público. Dio la casualidad que yo era el único profesional del teatro que me encontraba estudiando, lo cual habla también del menosprecio que tienen algunos colegas a la comedia y sus subgéneros (pero eso será tema de otra publicación). Aún así, nada me preparó para la pregunta que se me formuló.
     Resulta que uno de mis compañeros tomó la palabra y me preguntó, "¿qué te hace sentir que las ex-participantes de reality shows y demás pseudo-estrellitas con preparación nula (dijo nombres específicos pero no es mi cometido quemar a nadie) se hicieran al teatro y todos tuvieran sus "obras" en escena?
     Debo reconocer que me quedé sin palabras, ¿qué le contestas a alguien que te hace ésa pregunta? ¿Cuál es su intención al hacerla? ¿Quiere verme rabiar frente a todos? o ¿prefiere que siga mis instintos y llore?
     La cuestión no me es del todo ajena, es un tema tristemente recurrente dentro de la comunidad teatral. Sin embargo, ahí la respuesta está implícita, todos los odiamos, criticamos y avergonzamos de que presenten como obra de teatro lo que es nada más un programa de televisión con audiencia en vivo. No es lo mismo, aunque a muchos les pudiere parecer. Ambas actividades, pese a tener una finalidad común, contar una historia, tienen lenguajes

distintos y no se pueden desarrollar de la misma manera.
      Pero en ésta ocasión no estaba frente a mis colegas o alumnos. Ellos no buscaban una clase sobre mis pensamientos acerca de cómo debe hacerse y respetarse la actividad teatral. No quería ser visto, desde el primer momento del taller, como un pedante y antisocial actorcillo con aspiraciones artísticas supremas. Sin importar si lo sea o no.
     Por fortuna llegaron a mi mente las imágenes de Heath Ledger, Johnny Depp, Tom Waits y el mismísimo Sir Mick Jagger para rescatarme de mi predicamento. Todos ellos, en mayor o menor cantidad, se han metido a la actuación y, sin convertirse en los actores que el mundo esperaba, lo han hecho bastante bien, se conectan a la ficción, la viven y la transmiten con una convicción absoluta. Y el punto en común entre ellos es que ninguno estudió actuación.
       Por lo tanto, lanzo la pregunta al aire, ¿son necesarias las escuelas?
     Quizá sea incoherente que yo me refiera a éste tema, tomando en cuenta que me dedico a dar clases de actuación desde hace varios años. Sin embargo, escribo éste blog a partir del profesional de la escena que soy, no de mi parte docente. Por tanto puedo decirlo abiertamente, no son estrictamente necesarias.
      Partamos desde el hecho de que la nuestra es un oficio, uno hermoso, pero oficio al fin y al cabo.       Al denominarlo oficio no quiero menospreciarlo o catalogarlo como algo menor, al contrario, requiere de mucho trabajo para poder ser dominado y nunca dejas de aprenderlo. Sin embargo, al tratarse de un oficio, estamos hablando de alguna actividad que se puede aprender haciendo, practicando habitualmente, ejerciendo.
    Además, tomemos en cuenta que las escuelas que reverenciamos tienen apenas alrededor de una centuria de existencia. Comparado con el par de milenios desde los primero vestigios de teatro escrito, en Grecia, palidecen por su insignificancia.
     Lo anterior no quiere decir que antes se hacía teatro a ciegas. Había técnicas y escuelas (a falta de una mejor palabra) pero se han perdido en los anales del tiempo. Por ejemplo tomemos a la Comedia del arte, sabemos que existió, algunos de sus fundamentos, pero su técnica y forma precisa la desconocemos.
     Las escuelas evolucionan y se superponen unas a otras. ¿Esto quiere decir que las últimas tienen la verdad absoluta y las anteriores eran falacia? Lo dudo, después de todo, fue gracias a ellas que el teatro, ése arte que tanto amamos, ha sobrevivido hasta nuestros días.
     La razón por la que las "escuelas" anteriores se han perdido es porque se enseñaban como oficio, es decir, se pasaba de "maestro a alumno" a través de la práctica. No existían textos escritos, no había edificios especializados en su enseñanza, pero eso no quiere decir que fuera malo.
    Entonces, ¿se puede aprender a actuar sin ir a una escuela, solamente practicándolo? Si, si se puede. Se precisa, para lograrlo, de mucha constancia, un ojo auto-crítico muy agudo y el apoyo de alguien externo que te dé los "nortes" que necesitas para avanzar por el complejo camino de la actuación. Y va a tomar mucho tiempo.
    Por lo tanto, ¿cuál es la función de las escuelas? Pues, su importancia estriba en que acortan los pasos, el proceso se vuelve más veloz y eficaz, el camino es más claro. 

¿Qué opinan respecto a las escuelas de teatro? ¿Estudiaron en una? Compártannos en cuál y cuál fue su experiencia.

Guillermo Herrera

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lunes, 1 de septiembre de 2014

Los críticos, Parte 3

     Al hojear cualquier publicación impresa de noticias de entretenimiento/cultura o al sintonizar cualquier programa de revista matutino nos toparemos con una creciente cantidad de autodenominados "expertos en cine" quienes buscan recomendarnos qué películas debemos ver ésa semana.
      La mayoría de dichos "conocedores" se limita (por decisión de la empresa o incompetencia personal) a leer la cartelera local. Si bien nos va, dan una breve sinópsis del filme en cuestión. Existen otros más aventados y/o conocedores que se aventuran a proveer al lector/escucha con una crítica en toda la extensión de la palabra.
     Eso es muy bueno porque, como ya les compartí en las primeras 2 partes de ésta serie (Los críticos parte 1 y parte 2) el trabajo de una crítico ayuda a acercar al trabajo con el público general, les facilita la selección de qué ver.
     Realmente me preocupa ésta desigualdad en número de críticos de cine versus los críticos de teatro porque, ¿cómo pretendemos generar mayor público si no los familiarizamos con las propuestas en cartelera?
Un principio lógico es decir, a mayor promoción de obras de teatro, entre más y mejores críticas y, en consecuencia un público enterado de la cartelera teatral, mayor el número de espectadores en las salas, ¿cierto? Entonces, ¿por qué no hacemos más publicaciones de críticas teatrales? ¿No queremos más personas en las salas?
     Siguiendo ésta lógica podemos concluir que si nos esforzáramos y, en un mundo utópico, lográramos publicar una crítica teatral por cada crítica cinematográfica, tendríamos una posibilidad de acercarnos a la enorme cantidad de público del que goza el séptimo arte.
     Dejando de lado la limitante cuestión de la oferta-demanda (poca gente se interesa en temas teatrales, por tanto se publican pocos escritos al respecto lo que genera que poca gente conozca y se interese en temas teatrales.) que termina por generar un círculo vicioso, la verdad considero que, aún teniendo todas las facilidades de nuestro lado, jamás podríamos tener igual número de críticos de teatro como los hay de cine. La razón, el arte escénico es más complejo. No quiero, con éste comentario, menospreciar el trabajo de los críticos de cine, algunos de los cuales respeto y atiendo con frecuencia (esté de acuerdo con sus opiniones o no), sin embargo, sí creo que es más difícil formular una buena crítica teatral por el simple hecho de que el teatro es más complejo por naturaleza.
     Nuevamente, no quiero sonar pedante, ni ofender con mi comentario a nadie. Definitivamente no quiero poner en un pedestal al teatro y acusar al cine de simplista. Yo he trabajado en ambos medios, escénico y audio-visual, tengo un alto respeto por ambos y pretendo continuar una carrera en ambos medios. No me refiero a su complejidad/facilidad de su concepción como arte creativo, sino estrictamente desde la perspectiva del espectador.

      He aquí las razones para mi conclusión:

1) Realismo fotográfico

     Como todos sabemos, el cine es una proyección de 24 fotografías por segundo, lo cual genera la ilusión de movimiento en la imagen.
    En otras palabras, el cine es un arte que nace del aprovechamiento de la tecnología usada para otra actividad artística, la fotografía.
     Por su naturaleza, la fotografía muestra, intentando crear una belleza estética en el proceso, algo físico, palpable, existente.
     El cine sigue éste principio. Aún en las producciones que usan (abusan) de la pantalla verde, se rigen en dicho principio. Quizá no exista algo real, algo que los actores puedan ver y a lo que puedan reaccionar. Sin embargo, se digitalizará aquello que se desea sea visto por el espectador. Eso genera un público pasivo, no tiene que involucrarse ya que todo se presenta frente a sus ojos.
     Por su parte, el teatro tiene una base simbólica. Resignificamos los objetos y las acciones que existen en el escenario. De tal manera que tenemos, como público, que completar aquello que se está representando en escena. Es decir, nuestra imaginación está activa, trabajando en compañía con los actores, para un buen desenvolvimiento de la historia.

     Básicamente, al ver teatro tienes que activar los mismos "músculos" creativos de nuestra imaginación, que aquellos que funcionan al leer un libro. No ves únicamente las palabras, generas las imágenes de lo que te están contando.

2) Disponibilidad de horarios

     Ésta es una razón bastante obvia. Razón además del por qué el cine y el teatro no son y jamás serán una competencia, horarios.
    Cualquier persona (los críticos incluidos) puede ir a ver una película en una considerable cantidad de salas de proyección y vario horarios. Lo cual le da una flexibilidad a su agenda. Si de todas formas es imposible alcanzar una de éstas funciones, puedes verla en la comodidad de tu casa ya sea en disco (DVD/BlueRay) o streaming. Eso hace que siempre se encuentre un momento conveniente para ver una película.

   El teatro, por su parte, nos presenta una limitación, sólo puedes presentar un número limitado de funciones al día, porque los actores se van a cansar y el foro tiene un horario de trabajo. Además, puedes presentar una obra en un sólo foro a la vez, lo que obliga al espectador (nuevamente, incluido el crítico) a trasladarse a sitios, quizá lejos de su hogar.
     Esto no hace del teatro una actividad inconveniente per se, pero sí le agrega unas dificultades que muchas personas, por desgracia, adoptan como razones de peso para no asistir a vivir la gran experiencia del teatro.

3) Experiencia en vivo

    Sí, sé que este punto puede considerarse una de las mayores fortalezas de un espectáculo teatral, las emociones transmitidas por una persona de carne y hueso son más intensas que las que podemos recibir de una imagen proyectada. Sin importar el maravilloso trabajo actoral del cineasta.

   Pero muchas personas se sienten intimidadas por la fuerza sensorial, se sienten expuestas. Por el contrario, la oscura sala del cine, donde no se me exige ningún trabajo y me puedo volver un ente anónimo y pasivo, se convierte en un atractivo "refugio".

4) Precio

     Si, éste es un punto que nos pega bastante, la economía.  Como ya dije antes, una película se filma una vez y se puede proyectar en decenas, centenas o millares de salas alrededor del mundo, con 5 funciones diarias en cada una. Además, los involucrados en su creación ya hicieron su trabajo y no deben hacer el esfuerzo nuevamente, es decir, la película gana sin tener que pagar salarios nuevamente. 
     Por el contrario, el teatro se debe generar el mismo esfuerzo a cada función que se realice. Eso aumenta los costos de realización, al menos no los reduce. Cada función nos cuesta lo mismo que la anterior, tanto en esfuerzo como monetariamente, ya que se le debe pagar a los actores y equipo técnico cada vez que trabajen, cada que se presente una función.
     Lo anterior hace que tengamos que cobrar al espectador un boleto ligeramente más costoso que aquel del cine. Y todos sabemos el peso que tiene la economía sobre nuestras decisiones.

5) La misma experiencia, las veces que sea.

     Éste punto es el que considero el mayor desafío para un crítico de teatro y la razón por la que coloco su esfuerzo por encima de su contraparte cinematográfica, la naturaleza efímera del teatro.
     En pocas palabras, una película, una vez que ha sido filmada y editada, va a mantenerse igual, el actor va a reaccionar siempre de la misma forma, la música entrará en segundo exacto para generar la emoción deseada, la transición de escena a escena siempre será el igual. Sin importar si se ve en el cine o en casa, en invierno o primavera, de día o a media noche, la película siempre será igual... bueno... a menos que la haya dirigida Steven Spilberg o George Lucas, entonces cambiará cada 5 años. Pero la naturaleza del cine dicta que, película terminada, siempre se mantiene igual.
      El teatro, por su parte no puede responder a tal principio. Es un arte efímero, lo que lo hace pasajero. Se reinventa al inciar una función nueva.
     El teatro es una experiencia que se genera a partir de la combinación de 3 elementos básicos, el material, los actores y el público.A falta de uno de los tres, la función de teatro es imposible. 
      El único elemento del trinomio que no es tan susceptible a cambiar de una función a otra es el material, la obra escrita. Por lo general, se presenta siempre los mismos textos. Quizá se hagan unas modificaciones después de las primeras funciones, para corregir algún momento que no haya funcionado como se tenía planeado, sin embargo, llega un momento en que aterrizamos en un texto que mantendremos igual a lo largo de la temporada. 
     No así los actores. Y no me refiero al hecho de que vayamos a cambiar el elenco cada 5 minutos. Eso haría un grupo teatral inestable. Sino al hecho de que, por más profesionales y experimentados, somos seres que estamos trabajando con nuestras emociones, las cuales, se ven afectadas por el día a día. Esto no implica que vamos a dar una gran función un día y algo terrible al siguiente. Las afectaciones de las que hablo son sutiles, algunos podrían tacharlas de intrascendentes pero afectan el resultado, lo hacen distinto cada vez.
      Por si esto no fuera suficiente, el público no es el mismo de una función a otra. Y aunque lo fuera, al igual que los actores, no están siempre igual, se ven afectados por su rutina diaria. Y, si bien no están activamente en el escenario, afectan la función de una manera fundamental. Ya lo decía Shakespeare:

"El éxito de una broma yace en el oído de aquel que la escucha, nunca en la lengua de aquel que la hace."

   ¿Cómo realizar una crítica coherente de algo que está tan sujeto a tantas variables? Con muchísimo esfuerzo. Por eso hay tan pocos que lo realicen.

Guillermo Herrera

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lunes, 4 de agosto de 2014

Fin de semestre. Nuevos proyectos.

      Cierre de semestre, entrega de trabajos finales, exámenes prácticos. Así fue mi semana anterior. Ésa es la razón por la que no pude darme el tiempo de escribir una publicación.
     Todas las actividades finales me dejaron una gran enseñanza. Debo reconocer que, desde que decidí aceptar mi primer trabajo de profesor de actuación, hace 7 años, he aprendido mucho de la actuación, mediante la interacción con los alumnos.
      Precisamente esto es lo que despertó la idea que me llevó a escribir ésta publicación. Todo ocurrió en la última clase que tuve con un grupo de jóvenes el pasado sábado.
     Como ejercicio los "reté" (en mi opinión la mejor forma de avanzar y ponerse en perspectiva respecto a dónde se encuentra uno como actor) a presentar una pequeña escena en parejas. Para dicha muestra debía seguir unas reglas muy claras: un personaje debía estar en escena haciendo algo, alguna acción de su elección; el segundo personaje entraba a escena a realizar una acción y se topaba con el primero; ambos debían conocerse de antaño, tener una relación estable la cual, por causas de un suceso reciente, había cambiado para siempre (sin importar si para mejor o rumbo a su destrucción); los actores podían usar solamente 4 diálogos, un saludo de cada personaje y sus respectivas despedidas; el público debíamos tener claro quiénes eran, dónde estaban y qué había ocurrido entre ellos. Un interesante ejercicio que les recomiendo probar.
     Los jóvenes entusiastas se pusieron manos a la obra, presentando unos muy buenos ejercicios. Entre ellos hubo uno que llamó especialmente mi atención, no sólo por su calidad, sino por lo que me dio a pensar en los días subsecuentes.
     Les describo la escena: una muchacha esta sentada a una mesa, leyendo un libro. Entra un joven. Se sienta a la mesa, enfrente de su compañera y la saluda. Ella responde el saludo. Después de un breve intercambio de miradas (breve pero muy significativo, lamentablemente tendrían que haber estado presentes para notarlo) empiezan a reír, agachando sus cabezas, ocultándose con sus libros, compartiendo su risa exclusivamente con su compañero de escena. Ella recibe un mensaje. Saca su celular. Lo mira, después sube la miraba para ver a su compañero. Vuelve a mirar su celular y se gira en la silla, dándole un costado a su compañero, para escribir al teléfono. Él pierde la sonrisa. Toma sus cosas, se levanta y se despide. Sale sin voltear a verla. Ella lo sigue con la mirada y se despide.
    Una vez terminado el ejercicio pasamos al momento en que sus compañeros iban a compartir sus observaciones con ellos. Aquí es donde las cosas se pusieron interesantes, amén de la gran escena que habíamos presenciado. Los muchachos dieron sus interpretaciones sobre la escena, argumentaron puntos importantes aunque, casi todos, estaban completamente confundidos con las acciones al teléfono. Yo di mis impresiones de último. Comencé aceptando que, podría ser únicamente proyección, pero que creía entender la intención de los actores. Les describí mis observaciones y, para mi fortuna, estaba en lo correcto en todo lo que dije. Un par de compañeros que, por alguna razón habían sucumbido a las "bajas pasiones" que sus hormonas les indicaban, se encuentran al día siguiente, aún entusiasmados por sus acciones convertidas en su nuevo secreto. Al teléfono estaba el novio de la muchacha quien, para pena de su compañero, se decidió por continuar con su relación en lugar de aventurarse con dar un paso más con su, hasta ese momento, amigo.
      Al momento de terminar mi explicación, una alumna me dijo, a modo de broma,  que siempre me había pasado aquello que ellos actuaban. Dicha afirmación, en adición al hecho de que no comprendía cómo ninguno de los muchachos había fallado en deducir una historia tan simple y bien contada, me llevó a reflexionar al respecto y terminar por escribir éste artículo.
     Una de las razones por las que nadie atinaba era que todos son de la mitad de mi edad (ellos son muy chavos, no es que yo sea muy viejo) y, por tanto, hay ,muchas cosas que todavía les falta por vivir.
En todos los libros de técnica se deja en claro que la interpretación de un actor se ve limitada, entre otras cosas, por su edad y experiencias de vida. Sin embargo, por muy lógico que resulte, en ningún sitio he encontrado referencia a que la edad y referentes de la audiencia sean determinantes para la eficacia de un montaje teatral. Lo repito, es lógico y congruente, pero todos lo damos por sentado.
    Quizá porque, al menos en apariencia, no hay nada que nosotros como creativos podamos hacer al respecto, si el público no puede entender lo que hacemos ni modo, ¿cierto? Es decir, es imposible que nosotros les demos los conocimientos necesarios a través del Bluetooth o que les preguntemos a la entrada al teatro, como requisito de admisión, si ya leyeron el Quijote o están al tanto de los últimos avances en materia de medicina celular. Es imposible que seleccionemos a nuestra audiencia basados en su educación... además de tratarse de una acción discriminatoria.
       Pero entonces, ¿qué podemos hacer al respecto? ¿Sirve de algo conocer ésta limitante?

     Sirve y, de hecho, es esencial conocerla, pero no para que afecte nuestro proceso creativo, sino para desarrollar adecuadamente una estrategia de promoción y distribución de nuestro trabajo. 
Cuando terminamos un montaje estamos inclinados, ya por ansia de mostrar nuestras habilidades, ya por interés económico; a ser vistos por todo mundo. Diseñamos una imagen atractiva pero genérica, sin pensar en las personas a las que pretendemos hablar. Pegamos posters en todos lados que se nos permita, sin asegurarnos que puedan verlos aquellos a quienes en realidad les vaya a interesar nuestro montaje. Publicamos en las redes sociales e invitamos a todos nuestros contactos, sin importarnos su edad, gustos, es decir, sin importarnos por ellos.
     Esta técnica, aunque pueda parecer una buena idea en un principio e incluso logré llenar nuestros auditorios de gente dispuesta a ver nuestro montaje, va a tener su lado oscuro. Vamos a terminar presentando una obra a personas que no conectarán con la misma y, muy posiblemente, no te vayan a dar una segunda oportunidad. Es decir, por no pensar en el público al que vas a dirigir tu trabajo, puedes terminar por perder una gran cantidad de audiencia.
      Obviamente, no vamos a poder evitar que alguien, no apto para nuestro mensaje, llegue a ver el montaje. Y se va a aburrir de lo lindo. Pero sí podemos limitar que éste fenómeno ocurra, si empleamos las adecuadas técnicas de mercadotecnia. Claro, la labor de los profesionales en técnicas de mercadeo es cara, muy útil, pero, muchas veces, fuera de nuestras posibilidades económicas. Aún así, deberíamos pensar una estrategia, por muy básica y elemental que ésta sea, para atraer a la población indicada. A futuro, nuestra empresa teatral se verá beneficiada y el público recibirá un montaje que en realidad le hable a él.

Guillermo Herrera

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viernes, 18 de julio de 2014

¿Actor = Galán?

      Cuando le mencionamos la palabra actor al ciudadano promedio, invariablemente llegan a su memoria imágenes de "estrellas" glamorosas y bien parecidas. Esta cualidad del actor se ha perpetuado en la consciencia popular debido, sobre todo, a la influencia del cine, especialmente en el cine a partir de los años 80's a la fecha. Pero, ¿es necesario ser guapo para ser actor?
      Quiero aclarar que pretendo referirme a aquellas personalidades que se han entrenado y preparado para realizar una buena labor actoral. No deseo tomar en cuenta a aquellas figuras del modelaje, deportistas y ex-participantes de reallity shows que han probado ser populares y, por lo tanto, se les ofrece un protagónico  en la serie, novela o película de moda. Eso será material para otra publicación.
      Atendiendo a aquellos que podemos considerar actores volvamos a nuestra pregunta inicial, ¿es necesario ser guapo?
      Si pensamos en gente como Brad Pitt, Leonardo DiCaprio o Kate Winslet, podemos determinar que son poseedores de unas maravillosas habilidades histriónicas, pero también de un atractivo físico sin igual. Es decir, son muy buenos en lo que hacer y tienen, además,  la capacidad de usar una sonrisa para tener al mundo a sus pies.

      Considerando únicamente gente como ellos podríamos afirmar que sí, es parte del paquete tener unas facciones perfectas para poder incursionar en el mundo de la actuación.
      Sin embargo, llevemos nuestra memoria un poco más allá. Recordemos a gente como Al Pacino, Robert DeNiro o Dustin Hoffman.  Si bien son considerados de los mejores actores de su generación y han logrado instaurar sus nombres entre las grandes figuras del cine de todos los tiempos,  no son particularmente guapos. Podemos decir de ellos muchos calificativos, inteligentes, interesantes, cultos; pero guapo... no creo que ni sus respectivas esposas los describirían con esa palabra.
       Pero ¿si ser guapo no es un requisito (lo cual nos quita un peso de encima al 99% de la población que no tenemos pómulos y piel perfecta) qué sí lo es?
      Para responder dicha pregunta debemos conocer, por principio, en qué consiste el trabajo de un actor.
      Un actor es aquella persona preparada para pararse en un escenario (o cualquier lugar que haga ésta función) y, a través de vivir una ficción (reaccionar de forma real a estímulos imaginarios), contar una historia a un espectador.
      Lo anterior implica que necesitamos desarrollar una serie de habilidades, destinadas a brindar nuestro mensaje al público de manera limpia y clara. Técnicas vocales para ser escuchado, técnicas corporales para expresar mis sentimientos, técnicas intelectuales para comprender y recordar el texto, técnicas sensitivas para generar sentimientos y un largo etcétera (notemos que no existe una habilidad para despertar la libido de la audiencia). Pero hay otra cuestión que necesitamos, algo que no he podido averiguar si es posible desarrollar o no, una "presencia" que llame la atención del espectador.
      Ésto podría pensarse innecesario, al fin y al cabo estamos parados en un entarimado, en un área iluminada dentro de una "caja negra", estamos hablando cuando los demás están en silencio y eso, debería ser suficiente para ser visto. ¿O no?
      De la misma manera creo que todos hemos presenciado algún espectáculo en el cual conviven varios histriones en escena, aún así, hay alguno que nos llama especialmente la atención. Y no siempre es aquel con mayor número de diálogos o con la carga escénica más importante. A esa atracción es a la que denomino "presencia", a falta de un mejor calificativo.
      Y aquí nace mi duda. Según los textos teóricos, si le dedicas el trabajo suficiente a la creación de tu personaje, conoces y adoptas su forma de pensar, te conectas a la ficción y experimentes los sentimientos del personaje y desarrollas una comunicación activa con el resto de los actores/personajes en escena; vas a generar un personaje vivo, fuerte y digno de ser visto por el público. No puedo estar en desacuerdo con ello, sin embargo, ¿aquellos que aplican todo lo anterior y aún así no resultan atractivos?
     
      Hagamos un ejercicio de imaginación. Abandonemos, momentáneamente, el escenario y situémonos en un entorno de fiesta, en un bar o la casa de un amigo. Imaginemos que es una fiesta bastante exitosa y hay un número considerable de gente. Ayuda que juguemos con la posibilidad de ser solteros. Echemos un vistazo a la multitud. La gente bailando, tomando, conversando, riendo. Estamos situados a cierta distancia, lo cual nos permite ver toda la "pachanga". De repente, surge, como por arte de magia, la presencia de ESA PERSONA. Posiblemente ya se encontraba ahí pero, sin saber por qué, en esos momentos llamó nuestra atención. Quizá fue una sonrisa, quizá su forma de vestir, quizá escuchamos su voz; no importa qué sea, no importa siquiera si algún día lo sepamos, lo importante es que caímos presa de la atracción sin igual (al menos en ése momento y lugar) de esa persona. Y eso no tiene que ver, necesariamente, con la belleza física. Aunque, seamos honestos, a partir de ése momento ESA PERSONA se convertirá en la más bella del lugar.
      ¿Qué determina que exista tal atracción? ¿Por qué hay personas que se destacan de la multitud y otras que se mimetizan con la misma? ¿Por qué hay gente que ves, sin importar qué o quién esté a su alrededor y otras que no soportas aunque estén a un metro de ti? No lo sé. Lo único que puedo asegurar es que se trata de un fenómeno completamente subjetivo, aquel que encuentras intolerable será aceptado y visto con muy buenos ojos por alguien más (aunque sea únicamente por su mamá).
      Éste atractivo, ésta "presencia", que encuentro tan complicada de definir e imposible de medir, es requisito indispensable para un actor. Debe, indudablemente, ser imán de las miradas del respetable. A partir de ahí desarrollaremos las habilidades para ser merecedor de tal atención.
      En conclusión, no creo que sea necesario ser galán para ser actor... aunque, seamos sinceros, tampoco estorba.

Guillermo Herrera

¿Qué opinan? ¿Es posible desarrollar tal atractivo, tal "presencia"? De ser así, compártanos cómo. Ayúdenos a crecer. 
Como siempre, dejamos a sus órdenes nuestras redes sociales:


Muchas gracias.

martes, 8 de julio de 2014

El FITEC o lo que aprendí viendo trabajar a los teatreros del futuro.

     La semana pasada tuve la oportunidad de participar como jurado en un festival de teatro celebrado en una escuela local. 22 obras de teatro en 4 días. (Ésa es la razón por la cual no hubo publicación esos días). Una muy interesante experiencia en la cual tuve oportunidad de aprender bastante, no sólo de las obras presentadas, sino también de mis compañeros de jurado.
     Quedé realmente impresionado por la calidad de los trabajos, sobre todo tomando en cuenta que fueron realizados completamente por los alumnos, sin apoyo de ningún maestro, y fuera del horario de clases (no van a recibir ningún crédito escolar por la actividad) es decir, literalmente lo están haciendo por amor al arte y para aprender haciendo.
     Entre muchas sorpresas, surgió una diferencia en la opinión del jurado, algunos veíamos una de las obras fuera de tono, otros la veían correcta. Eso no hizo nuestro trabajo, de ninguna manera, más complicado, ni generó roces entre nosotros, al contrario todos aceptábamos la opinión de los demás. Por supuesto que es de destacar la complejidad de la actividad teatral cuando varias personas, encargadas de observar lo mismo, con el mismo criterio de evaluación, podemos terminar con opiniones encontradas al respecto. Si así es en un reducido jurado de 4 integrantes, ¿qué tan difícil es agradar a una sala con decenas o centenas de personas en la audiencia?
     Quedé gratamente sorprendido con los trabajos de los estudiantes, alumnos que dieron todo de su parte para lograr un producto de calidad. No podemos decir que todos los montajes fueron buenos pero, aún en aquellos más débiles, se notaba el compromiso que tenían, se hacía evidente que tomaron el trabajo con responsabilidad y respeto hacia ambos, el arte escénico que están aprendiendo y el público que presenciamos sus puestas. 

     Dentro del festival se hicieron evidentes 2 cuestiones que influyeron en la calidad final de los trabajos:

1) Ver teatro regularmente, se nota.

     Así es, a leguas se notaba quienes han visto mucho teatro y quienes sólo se pretenden formar viendo algunas cosas en televisión.
     El teatro es un arte creativo, como tal tiene un lenguaje, una forma de codificar los mensajes que estamos intentando transmitir al público (sé que suena como una receta de cocina pero dista mucho de ello) y, aunque es cierto que el estudio puramente teórico ayuda a aprender la construcción de dicho lenguaje, no hay nada mejor que verlo en acción, en vivo, para poder asimilarlo y después ponerlo en práctica. El teatro se aprende, no sólo haciéndolo, sino también con las pompas, sentándose y viendo cómo otros lo hacen. 
Por supuesto, ésto no quiere decir que si vas a ver una obra de teatro vas a aprender todo lo que necesitas para realizar un montaje propio. El teatro es un arte complejo y, por ello, necesitas ver muchos ejemplos, gran variedad, para empatar lo que ves con lo que estas aprendiendo en los libros de teoría,porque no debemos dejar de lado el esfuerzo que han hecho los estudiosos del pasado por aterrizar éste complejo universo de la actuación en asimilables palabras y ejercicios.
     ¿Cuánto teatro hay que ver para aprender? Todo el que puedas. Ve teatro de todo tipo, de todos los géneros y estilos. Ve grandes obras de teatro y también trabajos fallidos (no vamos a poder evitarlos) porque sólo nutriendo tu ojo crítico de cosas buenas y malas, vas a poder poner tu trabajo en perspectiva objetiva.
     Antes de ser creativo es imprescindible que te conviertas en público.
    ¿Por qué hago tanto hincapié en el teatro y dejo de lado el cine y la televisión? Si bien tienen un fin común, contar una historia, los medios son completamente distintos. Y, discúlpenme aquellos que optaron por prepararse para estar únicamente ante una cámara, el teatro es la base de todos, es el único medio donde el actor es artífice de todo el universo. En el cine, la televisión, la radio, etc. nuestro trabajo es manipulado, antes y después de nuestro esfuerzo, por directores y editores quienes llevan la batuta de lo que el público va a presenciar. Todos los medios son loables y encantadores pero, si lo que deseas es aprender el arte del histrionismo, el teatro es la cuna de tu preparación.

2) Hay que saber poner en perspectiva nuestras capacidades.

     Este punto es complicado, tanto de explicar como de lograr. La razón por la que lo enlisto es porque vimos, en varios trabajos, que éste mal se hizo presente. Eligieron textos hermosos, interesantes y con historias dignas de ser vistas, se notaba que se esforzaron en encontrar el libreto de sus sueños pero, por desgracia, no se percataron que no estaban listos para él. Es triste ver un montaje en el cual el texto les queda grande a los actores.
     Lo anterior puede ocurrir por dos razones principalmente:
          A) No se dieron cuenta de la complejidad de la historia. Cuando leemos un texto dramático nos atrae de él la historia o los diálogos o alguno de los personajes etc. Sin embargo, nuestra primer lectura es superficial y "primitiva", sólo nos llaman la atención aquellos elementos atávicos.
     El error que podemos cometer en este punto es quedarse con aquella primera lectura. Debemos aprender a extraer del texto más cada vez que lo releamos, y esta de sobra decir que no podemos leer únicamente 2 o 3 veces el libreto que estamos trabajando;sólo así podremos dar el salto de ser un simple "relator de diálogos" a ser un personaje vivo que evoque imágenes, relaciones y sentimientos. Sólo así podremos aprovechar al máximo la complejidad del lenguaje teatral.
         B) Los personajes no se adecuan a los actores. Se tiende a pensar que somos actores y, por tanto, podemos convertirnos en cualquier persona. Por desgracia no es así. Estamos limitados por varios elementos, entre ellos nuestra edad, nuestras experiencias y cultura, nuestra técnica. 
     Es decir, si nuestro texto requiere personajes de 70 años y sólo cuento con actores que apenas llegan a sus 20, debería abortar la misión, esperar otro momento para montarlo. Las características físicas que poseemos distan mucho de las que el personaje requiere, simplemente por la enorme diferencia de edad. Y, es cierto, el cuerpo se puede trabajar (de ahí que nuestro desarrollo técnico influya en el resultado), se puede modificar y, con maquillaje, podemos adecuar nuestra apariencia. Sin embargo, lo que ha vivido una persona de 70 años es muy distinto de las experiencias que tiene un joven de 20. ¿Cómo obtener 50 años de vivencias en unas cuantas semanas? ¿Es posible? En unas cuantas semanas, no lo creo. Me parece posible modificarte física y mentalmente (repito, con el desarrollo técnico adecuado) sin embargo, requiere largos ensayos diarios durante un considerable lapso para ser conseguido. No es una tarea fácil.
     El problema estriba cuando no medimos la cantidad de trabajo que requerimos para que, aplicando los conocimientos que poseemos, podamos lograr el resultado esperado. Y no deberíamos permitirnos mostrar ningún trabajo que no haya alcanzado nuestras expectativas. "Dar de alta" un montaje para el cual tuvimos que empequeñecer nuestros objetivos, es una traición a nuestro esfuerzo, un insulto al público y una pérdida de tiempo.
     Por muy difícil que sea, debemos aprender a ser objetivos y ubicar el alcance de nuestras capacidades. Es la única forma de poder, poco a poco, acrecentarlas. 

   En conclusión, aprendí bastante formando parte del jurado del FITEC. Tanto, que, para poderlo compartir todo, voy a tener que publicar varios escritos. Me encantó ver a tantos jóvenes con tantas ganas de hacer buen teatro. Definitivamente, en un futuro próximo la competencia va a estar muy fuerte.

Guillermo Herrera

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lunes, 23 de junio de 2014

Los críticos 2° parte: el crítico y el público

Ya les compartimos nuestras opiniones acerca de la función que realizan los críticos en nuestra comunidad en la primera parte de éste serial (Los críticos: 1° parte). Ahora es importante preguntarnos,  ¿cómo debe hacerse dicho trabajo?
        Empecemos por el principio de que todos podemos y hemos hecho, más de una vez, las labores de un crítico. ¿Quién no le ha dicho a un conocido, ve a ver la película X, esta muy buena; o tal actor/actriz hace un trabajo fenomenal, se la crees de principio a fin? Eso es lo que hace un crítico, ¿o no?

      Si bien, el gusto es una reacción subjetiva a un trabajo visto y eso hace que decir "me gusta o "esta malo" sean respuestas perfectamente válidas para el público general; el crítico debe sustentar dicho "gusto" con cuestiones cognitivas y técnicas. Es decir, tienen la complicada tarea de hacer objetiva una cuestión naturalmente subjetiva. Una tarea nada fácil.

       Ésto último sitúa al crítico entre una "élite" cultural (suena muy rimbombante pero en realidad no es nada del otro mundo, cualquiera puede alcanzarla si así lo desea) que conoce bastante del arte del cual pretende opinar. En el caso del teatro, no sólo debe conocer de literatura, sino de estética, historia, técnica, semiótica entre otras cosas. Dichos conocimientos se obtienen, no sólo de los libros, sino de ser un asiduo público que ha visto, a lo largo de su vida, muchas producciones de teatro, cine y televisión (de ahí que aseguro que cualquiera puede, si así lo desea, formar parte de dicha "élite" cultural). Ésto irá moldeando su gusto y comprensión de lo que vea en escena.
       Hay dos enormes dificultades resultado de la preparación de un buen crítico:
1) Explicar sus puntos de vista al público general.
      Afrontémoslo, la mayoría de la gente, aún aquella asidua al teatro, no hace consciencia de las razones por las cuales les gusta o disgusta un trabajo, simplemente pueden asegurar si es bueno o malo pero no el por qué. Esto se debe a que, aunque les guste el arte, no les interesa conocer los tecnicismos, sólo disfrutar del resultado final. Entonces, llega un cuate que se pone a hablarles con palabras rebuscadas y términos desconocidos, señalándoles las carencias del trabajo que les gustó. Obviamente no aceptarán su punto de vista y crearán una barrera entre ambos. 

    El crítico debe ser suficientemente inteligente para hablar con los demás en términos sencillos, comprensibles y sonar como uno más de ellos (finalmente, lo es. Es, solamente, un público más). Ayudar a los demás a poner atención en los detalles que desconocían, aprender del arte pero sin hacerlos sentir menos. Al contrario, ayudarles a crecer como público.

2) Ver cada trabajo como si fuera el primero.
       El gran Stan Lee tiene como filosofía recordar que cada comic es, en potencia, el primero de alguien. Siempre buscaba ubicarlos, de forma sencilla y rápida, dentro del universo al que estaban entrando. 
       Aunque el mundo de las artes escénicas y el mundo de los comics de superhéroes no sea igual, el mismo principio se debe aplicar. Cosa que es mucho más difícil de hacer que de decir.
     Cada obra debe ser analizada por sí misma quitándonos de la cabeza las preconcepciones que podamos habernos creado al ver otras versiones o historias similares. Esto entra en una enorme contradicción, ya que, por un lado, deben tener un bagaje cultural superior al promedio para poder obtener las bases con las que elaborarán su crítica (no se puede saber qué es bueno y malo sin haberlos visto antes) pero, por el otro, deben dar su opinión como si fuera el primer trabajo que vieran en su vida.

       Definitivamente, la labor de un crítico es increíblemente complicada. Si no fueran tan necesarios en la comunidad teatral, no entendería por qué alguien se quisiera dedicar a dicha actividad.

      Por parte del público, ¿debemos atender ciegamente y aceptar como verdaderas todas las opiniones dadas por un crítico? Definitivamente no. Debemos hacer con los críticos exactamente lo que hacemos con las recomendaciones de nuestros amigos, escucharlas y tomarlas dependiendo de quién vengan. Es decir, no puedes crear una relación con alguien (y eso es lo que un crítico debe buscar crear con el público) basado en la primer crítica que leas/escuches de dicha persona. Sino ir descartando, poco a poco, los críticos cuyas opiniones disfrutes y tengan un gusto similar al tuyo. Ése será el que te podrá recomendar un trabajo que te guste. 
     Estamos apenas rascando la superficie de la difícil labor del crítico teatral. Esperen próximamente una nueva entrega de éste serial. Por lo pronto, quedo a sus órdenes y les comparto nuestras redes sociales para que nos hagan llegar sus opiniones sobre el tema. ¿Han encontrado al crítico indicado para ustedes?

Guillermo Herrera

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jueves, 12 de junio de 2014

Nuevo inicio

     Primero que nada permítanme disculparme, he descuidado éste blog. Tuvimos una temporada de ensayos pesados y no me di el tiempo de sentarme a escribir. Prometo que no dejaré que vuelva a suceder. Además de eso voy a organizarme para publicar más seguido, al menos 2 veces por semana, y compartirles algo más que simplemente las ideas de nuestro grupo acerca de lo que tanto amamos, el teatro. Así es que vamos a efectuar unos cambios en nuestras publicaciones.
        Ahora, vayamos directos a lo que queremos compartirles:
     Recientemente tuvimos un ciclo que, abruptamente, tuvimos que cerrar, al menos momentáneamente. Ésto nos obligó a crear un nuevo espectáculo antes de lo previsto (un par de meses antes que nos complicaron las cosas), proceso en el que nos encontramos ahora. Lo que quiero platicarles tiene que ver con ése proceso.
     Para subsanar un problema que se estaba gestando en los actores, problema bastante común por desgracia, estoy iniciando el nuevo proyecto de una forma que hace un par de años hubiese considerado impensable. Eso le da un sentido de mayor aventura al, ya de por sí, proceso lleno de incertidumbres y dudas que es comenzar un montaje teatral. No sólo me pregunto si las historias que voy a compartir resultarán interesantes para el público, si la forma de contarlas gustarán, si el tono y el ritmo seleccionados para la pieza mantendrán la atención de la gente, etc.; ahora, además de las dudas tradicionales, me aterra que el proceso seleccionado para trabajar con los actores sea inadecuado para ellos.

     Sin retrasar más lo que quiero decir, el problema que los actores estaban experimentando es la mecanización de los textos. Es decir, se aprendían las palabras tan específicamente que, cuando existía un cambio, no en la idea general sino en una simple palabra, los "descarrilaba" de su camino, se perdían, dudaban qué era lo que continuaba. En su momento, arreglamos el error haciendo ejercicios de escucha y obligándolos a parafrasear el libreto de manera que, se vieran forzados a olvidar las palabras aprendidas y responder a las ideas que les sugerían sus compañeros de escena. Los ejercicios funcionaron y salieron del error, llevando la función a un éxito, recibiendo una gran ovación del público asistente.
      Sin embargo, quiero que no volvamos a caer en ésa falta. Espero que los actores hayan hecho consciente el camino que los llevó a la gloria en la obra anterior para que apliquen lo aprendido desde el inicio del proceso creativo, en lugar de hacerlo como una solución. Como director confío ciegamente en los actores con los que trabajo pero me siento obligado a poner en práctica nuevas formas de hacerlos avanzar. Ése es el motivo de mi nueva aventura.
         El montaje que estamos preparando consiste en 4 obras cortas, cada uno en un tono y estilo diferente. Contrario a lo que los actores esperan de mi, no les he dado los libretos de las cuatro obras a presentar y, de aquellos que ya tienen, no les he dicho qué personajes pretendo que realicen cada uno de ellos. Es más, ni siquiera saben si tengo o no un elenco en mente.
        La idea de éste movimiento es impedirles que se vayan aprendiendo los textos. Obligarlos a trabajar en crear un mundo de ficción, a adentrarse en un universo tonal, a conocer las barreras de un estilo específico (lo cual les va a llevar a crear un personaje completo, al menos ese es el deseo) antes de "mecanizar" las palabras del personaje. 
      Me parece que esto, si bien los incomodará un tiempo, les facilitará la conexión, la escucha y la reacción a los impulsos de los demás. 

      Ése es el experimento que estoy llevando a cabo en estos momentos. Ya les iré contando cómo va ayudando o perjudicando el proceso de los actores. 
      Me gustaría saber qué opinan de la técnica que pretendo aplicar. ¿La han puesto en práctica? ¿Les funciona? ¿Tienen algún consejo que nos pueda ayudar? Les dejo la puerta abierta a todos sus comentarios. Gracias por su lectura.

Guillermo Herrera

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jueves, 1 de mayo de 2014

5 puntos a considerar al buscar una clase de actuación.

      Aprovechando que terminaron las vacaciones de Pascua, llegó a mi mente la posibilidad (deseo resulta una palabra más adecuada) de recibir un gran número de niños y jóvenes que, al ver mucho cine y televisión en su tiempo libre, decidieron que desean estudiar actuación y acercarse a sus astros de la pantalla. Sé que los motivos son endebles, sin embargo, sigan leyendo ya que al preparar éste escrito me encontré con numerosos problemas a los que un aspirante a clases de actuación está expuesto.


      Estudiar actuación es una maravillosa experiencia que, aunque no termines por dedicarte a éste bello arte, enriquecerá tu perspectiva sobre las cosas, entrenará tu cuerpo y mente en formas que no tenías previstas, te ayudará a sensibilizarte y empatizar con los demás, te dará herramientas de escucha y comunicación, te hará, en pocas palabras, más seguro de ti mismo. Repito, es una experiencia altamente recomendable.
      Sin embargo, cada día se abren nuevos talleres y cursos relacionados con el arte escénico. Prácticamente cualquiera que haya pisado un escenario se siente con derecho de ponerse al frente de un grupo de clases y "enseñar" su técnica al mejor postor. Así que, ¿cómo decidir cuál es la mejor opción para estudiar?
      Antes que nada permítanme aclarar que, como profesor, sería bastante anti-ético vanagloriarme de los cursos que imparto y/o las escuelas en que laboro, por lo tanto intentaré escribir de la manera más objetiva posible, me referiré a casos muy generales y me abstendré de nombrar ninguna escuela/profesor para no resultar tendencioso en ésta publicación. Me limitaré, entonces, a enlistar los puntos que considero más importantes al momento de elegir una escuela/curso de actuación.

1-. Presentaciones de fin de cursos

      Por lo general, las escuelas de arte presentan al público general una muestra de lo que sus alumnos trabajaron durante el período. Montan espectáculos con el objetivo de enseñar a la sociedad lo que pueden hacer con el objetivo de atraer nuevos educandos.
Es recomendable que averigües si la escuela que te interesa cuanta con éste tipo de presentación y, de ser posible, que asistas a verla. Aunque no te recomiendo que tomes una decisión basado únicamente en dicha función.
      Si bien es cierto que si la presentación te aburre prácticamente puedes tachar a ésa escuela de tu lista (supuestamente están presentándote lo mejor del curso. Si eso es, en tu opinión, malo...). Sin embargo, ten cuidado con los shows apantallantes. 
      Todas las escuelas saben que éstas funciones ayudan, potencialmente, a obtener nuevos alumnos y, digámoslo de una vez, es negocio tener muchos asistentes a nuestros cursos. Por ello se esfuerzan en mostrar algo muy ostentoso a veces, de manera consciente, dejando de lado el aprendizaje de los alumnos. Es decir, por crear un espectáculo muy vistoso, manejan a los alumnos como si fueran marionetas, harán algo muy lindo aunque no aprenderán cómo ni por qué. Ésto es particularmente usado en los cursos de verano en los cuales se toma como pretexto la brevedad de las clases. 
      

      No te dejes deslumbrar y mejor haz lo siguiente:

2-. Investiga quiénes son los profesores

      No creo que haya disputa en la afirmación de que una escuela es tan buena como sus profesores. Por ello, antes de inscribirte a un curso, investiga bajo la tutela de quienes vas a estudiar. Averigua qué trabajos han hecho y, si tienen en esos momentos una obra en escena y tienes oportunidad de ir, ve su trabajo.
      El objetivo de verla no es para juzgar si dicha persona es un buen actor/director, o si te gusta o no su función. Definir lo bueno o malo de un trabajo/grupo/actor solamente por una función es un trabajo muy complejo (ya lo analizaremos en nuestra 2° publicación sobre los críticos) y quizá no estemos capacitados para ello. Pero todos podemos definir si lo que vemos en escena se parece a lo que buscamos que nos enseñen.
      Además, es importante saber si los profesores se encuentran activos en el quehacer teatral. Parecería broma, pero conozco escuelas cuyos maestros llevan un mínimo de 8 años sin realizar un trabajo profesional. 
      Igualmente peligroso sería encontrar el caso contrario, que aquel que esté frente al grupo sea un "chile de todos los moles", es decir, que acepta cualquier trabajo al que lo invitan. Ésto es muestra de una persona con muy poca discreción de lo que es un buen trabajo y el esfuerzo que lograrlo, requiere.

3-. Duración del curso/Programa de estudios

      ¿Qué vas a estudiar? ¿Cuánto tiempo va a durar? ¿Por qué tanto/tan poco? Son preguntas que deben estar en la mente de todos al momento de buscar un taller. 
      Seamos realistas, el teatro es un arte complejo, decir que voy a tomar una clase de actuación y que en 6 meses sabré todo lo referente a él, es una gran mentira. Llevo 12 años estudiando y sigo aprendiendo cosas nuevas.
      Es importante que se nos aclare qué aspecto del teatro vamos a estudiar y por cuánto tiempo. Ambas respuestas deben ser coherentes. Es decir, si pretenden enseñarte todo lo referente al teatro Isabelino, contexto histórico, técnicas, análisis etc.; en 4 sesiones de 1 hora, te están mintiendo descaradamente o el ofertante del taller desconoce la complejidad de lo que pretende enseñar lo cual, me gustaría decir que no ocurre pero no pretendo mentirles. Ése tipo de talleres solo son eficaces en las bromas.
      Igualmente ten cuidado con los talleres que no tienen una duración definida. Si bien es cierto que la preparación de un actor nunca termina, ésta falta de claridad es, generalmente, resultado de la poca preparación del curso por parte del educador. Quizá sepa mucho de lo que quiere enseñar pero sin un plan claro, va a ser difícil que nos eduque aprovechando al máximo nuestro tiempo.

4-. Clases de prueba

     Casi todos los talleres ofrecen ésta facilidad. Aprovéchala. Asiste y ve si te sientes cómodo con el sistema de trabajo, con el lugar del taller, con los compañeros y, muy importante, con el profesor.
      No te quedes con dudas. Si te ponen a hacer un ejercicio que no entiendes su finalidad, pregunta al respecto. Quizá en algunas ocasiones te puedan dar respuesta hasta que lo hayas experimentado pero, si hiciste la pregunta, al final del ejercicio deberían darte respuesta. En caso de que el profesor no sepa explicar para qué los pone a hacer tal o cual ejercicio, es señal de que esta repitiendo, cual perico, las clases que a él le pusieron a hacer cuando era estudiante. Alguien así no debería estar al frente de un grupo.

5-. Trato

      Cuando tomas una clase, vas a pagar por ella. Eso implica que deben tratarte adecuadamente. 
    Si el profesor es hiriente, abusivo o insultante, huye de ahí. Corregir un error no es pretexto para descargar sus propios traumas existenciales. No es lo mismo ser duro y exigente, que ser humillante. 
      Las instalaciones también son importantes. Es cierto, no siempre existen las posibilidades de ofertar un taller en lugares fastuosos, reconozco que en ocasiones he tenido que dar clases en parques públicos, pero siempre se debe buscar la comodidad, la limpieza y se debe advertir dónde y por qué en esos lugares, uno tomará la decisión de aceptar o rechazar la clase.
      Lo importante es que te traten con dignidad.

      Para cerrar, me gustaría decir que no te aterres a la hora de tomar una decisión. Al fin y al cabo, a todos les podemos aprender algo y nadie va a ser capaz de enseñarnos la "neta del planeta". Lo ideal es tener varios profesores, aprender distintas técnicas o diferentes puntos de vista sobre un mismo tema y, en base a ello, ir creando nuestro estilo personal. Esto es un viaje largo pero hermoso.

Guillermo Herrera

¿Qué puntos consideras importantes a la hora de elegir un taller/curso de actuación? Compártenos tus opiniones en nuestras redes sociales:

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viernes, 4 de abril de 2014

Los Críticos. 1° parte

     Recuerdo la primera vez (y única, desgraciadamente) que un crítico de teatro habló de mi trabajo. Fue hace ya varios años, en una pequeña obra que habíamos montado para finalizar los trabajos de un taller. Recuerdo la indignación que despertó en mis compañeros (especialmente en Paloma Vázquez, miembro fundador de éste grupo) los hirientes términos con que dicho crítico (cuyo nombre no recuerdo) se expresaba de mi trabajo, aunque se refería a mí con el nombre de otro de mis compañeros... parece que para escribir su nota no se molestó siquiera en leer el programa de mano. Pese a la negatividad de la publicación, yo me sentía en éxtasis, ¡era la primera vez que alguien se tomaba el tiempo de escribir acerca de mi trabajo! 
     Quizá suene patético estar feliz por una mala reseña, pero era un joven actor apenas empezando en el negocio. Tenía la ilusión de seguir trabajando y, con cada nuevo montaje, ser reconocido por la misma persona como un actor imprescindible en la escena tapatía (nuevamente, ésto pasó hace muchos años). Sin embargo, ésa fue la única vez que escribieron sobre nosotros en el periódico local. En la comunidad teatral de Guadalajara, la segunda ciudad en importancia de México, una de las que más trabajos escénico tiene al año, no cuenta con la importante figura del CRÍTICO. Algunos esfuerzos independientes se han hecho, pero no suelen durar mucho y terminan siendo desanimados por una indignada comunidad de actores con el ego herido.
       Lo anterior despertó en mi la pregunta, ¿para qué sirven los críticos?



     Primero que nada, déjenme compartir mi punto de vista en ése viejo y ofensivo chiste que reza que todos los críticos son, únicamente, actores frustrados. No conozco a nadie que empiece a estudiar una carrera, un taller, un diplomado etc., de actuación con la ilusión de convertirse en el mejor crítico de teatro que el mundo haya conocido. Tampoco a nadie que entre en el mundo del espectáculo con la ilusión de ser vestuarista, iluminador, diseñador de maquillaje o alguno de los muchos trabajos necesarios en la creación de una función teatral, incluso el de escritor de un blog quincenal. Todos vamos descubriendo dichos oficios mientras nos adentramos más en el maravilloso mundo del teatro y las circunstancias nos van llevando a cada uno de ellos. Con dicha lógica deberíamos decir que todo productor, director, telonero y todos los miembros de la comunidad teatral, incluidos los críticos, son sólo actores frustrados. Sin embargo, no lo son.
     Un verdadero error que cometemos los pobres actores es ver al CRÍTICO como un enemigo a vencer. Si lo viéramos como un aliado todo sería más sencillo.
    Como comenté en la publicación del 26 de febrero,  considero un enorme error empezar el proceso creativo a partir de lo que otro quiere o piensa. Eso descarta la necesidad de un CRÍTICO, ¿no es así? No, porque su función no es en la parte del proceso creativo, sino una vez que éste ha terminado. Su labor es funcionar como un nexo entre el creador y el público. No, no me refiero a que se dedique a publicitar tal o cual obra, sino a ayudar al público en  la decisión de cuál de todas las opciones teatrales vale la pena gastar su tiempo y dinero.
     Un CRÍTICO no se dedica únicamente a decir qué es bueno y qué es malo, sino a comentar con el público general, aquel que no tiene conocimiento técnicos sobre actuación, en qué estilo se desarrolla tal o cual obra; de tal manera que alguien que busca disfrutar de una comedia ligera, no termine aburriéndose en una pieza filosófica que únicamente logrará hacerlo babear el asiento y molestar a todo mundo con sus sonoros ronquidos. 
     Para éso sirve un CRÍTICO, para ayudar a las personas a elegir una obra que se ajuste a sus gustos, para aumentar las posibilidades de ver una función que disfruten. Ésa es una valiosa labor. Después de todo, un público que se divierta en el teatro es más proclive a regresar.

Guillermo Herrera
     Ésta es la primera parte de todo lo que quiero decir acerca de éste complicado tema. Aún así, gracias por leernos y quedamos abiertos a sus críticas al respecto a través de nuestras redes sociales:

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