viernes, 5 de diciembre de 2014

Una imagen dice más que mil palabras.

      La fotografía que verán a continuación me la encontré navegando por la red. desconozco quién es su autor o cuándo fue tomada, ni siquiera puedo asegurar que no haya sido modificada/creada con photoshop o algún programa similar (en verdad deseo que así sea); pero es una clara representación de nuestra triste realidad. Estaba en un compendio de imágenes divertidas... aunque sigo sin encontrarle el humor.


      Lo que apreciamos es un grupo de jóvenes, probablemente en una excursión escolar en un museo, completamente desinteresados por el maravilloso trabajo de Rembrandt, "La ronda nocturna", por estar pendientes de sus teléfonos celulares. Lo repito, más que humor me parece una terrible alerta.
      No, no soy de esos que culpa de todos los males del mundo a la tecnología. Estoy completamente fascinado con los alcances que las telecomunicaciones nos brindan. Cargo todos los días con mi celular y estoy frecuentemente revisando mis redes sociales y navegando en internet. Creo que, como todo lo demás, no es la herramienta la culpable, sino el uso que le damos. Es decir, si alguien choca por estar mandando un mensaje de texto, no debemos satanizar al teléfono, el conductor no estaba prestando atención al camino, cosa que pudo ocurrir por un celular, un letrero en la calle o seguir con la mirada a una muchacha en el camino. La tecnología sólo potencia nuestros intereses.
     Lo que nos trae de regreso a la imagen. Lo alarmante de la misma no es que los muchachos prefieran estar viendo el video del "Gangman Style" en sus celulares (o lo que estuviesen viendo) sino que se muestran indiferentes a la obra maestra a su lado. Eso no es por sus celulares, los teléfonos les brindan el medio de escape pero su atención no se maravilla con el arte, tengan o no Wi-Fi disponible. Eso es resultado de la educación recibida.
      Y no me refiero al trabajo del profesor que piensa que es suficiente con llevarlos a un museo y dejarlos deambular libremente por ahí, sino a los padres que, de forma más que evidente, no los han acercado a las bellas artes, no les han inculcado una sensibilidad estética, permiten que la pantalla táctil del celular sea su único contacto con el mundo.
     Pensar que llevar a un niño al museo es suficiente para acercarlos al arte es tan absurdo como asumir que sólo se precisa ver a una persona para enamorarse de ella. La vista crea el acercamiento, pero debemos conocerla para llegar a sentir algo por ella. Es igual para el mundo del arte, no es cuestión de ver una obra, sino que debemos conocerla para poder enamorarnos.
     La apreciación estética es como correr, todos podemos hacerlo pero es necesario desarrollar la habilidad para no desfallecer en el intento.
      Por eso, querido lector, te propongo que la próxima vez que veas a unos muchachos sufriendo en un museo, ignorados por su profesor, copiando lo que dice la ficha bajo la pintura; te acerques y les compartas algo de tu experiencia estética. Muy probablemente te van a mandar al diablo pero, quizá, logremos sembrar la semilla del arte en alguno de ellos. Eso es siempre un bien universal.

Guillermo Herrera

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