viernes, 6 de marzo de 2015

El actor invisible

      Por lo general, las gente escucha la palabra actor e inmediatamente se imagina a aquellos rodeados de fama, personas cuyo nombre y rostro es reconocido por personas a miles de kilómetros, aunque hablen otro idioma. Sin embargo, lo anterior muchas veces (la mayoría, lamento decir) se aleja de la realidad. Es decir, los actores somos conocidos únicamente por nuestros familiares y amigos, igual que cualquier persona dedicada a otra profesión.
      Nuestro oficio no nos hace diferentes de ninguna persona pero, no podemos negar, conviene ser conocidos. No tanto por el elogio al ego que ésto implica (¿a quién no le gusta trascender por lo que hace?), sino porque el público sigue el trabajo de aquellas personas que conoce.
      Entonces, es una buena práctica de negocios (y debemos ver nuestra actividad como una industria para que pueda producir ingresos) conseguir que nuestro nombre resuene en los oídos de la gente.
    Por desgracia, nuestra preparación nos lleva a concentrarnos en mejorar nuestras habilidades histriónicas, desarrollar nuestra técnica vocal, acrecentar nuestro acervo cultural, profundizar nuestra comprensión del texto y, por extensión, de nuestro personaje; todo con la intensión de lograr hacer representaciones de mayor calidad cada vez que nos subimos al escenario. Eso es muy bueno pero, si no enfocamos algo de nuestro esfuerzo en dar a conocer nuestro nombre, ¿quién va a ir a ver nuestra extraordinaria actuación?
     Claro que estoy en contra de aquellas personas que se van al otro extremo, hacen que la gente los conozca y no tienen nada qué ofrecerles. Por desgracia, muchas veces la gente los continúa siguiendo, apoyando y brindando ingresos económicos, a pesar de su falta de calidad; cualquier Kim Kardashian, Michael "The Situation" Sorrentino y Paris Hilton son ejemplo de ello.

      Entonces, sabemos que es tan importante mejorar día a día para hacer que el público, que paga un boleto para disfrutar de nuestra función, se lleve un buen espectáculo como hacer que recuerden nuestro nombre con el objetivo de atraerlos a futuros proyectos. Pero, ¿cómo lograrlo?
      Ésta forma de pensar la he tenido desde hace ya muchos años, pero, ahora me doy cuenta, lo abordaba de una forma que resultó ser desafortunada. Permítanme compartirles mi experiencia.
      Me precio de ser un trabajador leal y constante, tanto así que, con los grupos con los que he colaborado, he mantenido relaciones por largos períodos.
    Del anterior grupo que formé parte estuve 7 años. Como ya tenía tiempo trabajando mis conceptos de nombre como marca, me esforzaba por hacer que el nombre del grupo fuera más conocido y se convirtiera en sinónimo de calidad escénica.
      Desgraciadamente las relaciones laborales empezaron a tornarse difíciles y me separé de aquella agrupación para iniciar una nueva aventura con mis compañeros y amigos de HePa Producciones.
     Yo sabía que teníamos que iniciar a crear un nombre y hacerlo conocido al público. Sin embargo, no pensé que, después de más de una década de carrera, me fuese a ser tan complicado. La razón, No sólo la gente no había escuchado de HePa, sino que tampoco reconocía el nombre Guillermo Herrera. Así es, me había concentrado tanto en impulsar el nombre de mi anterior grupo que nunca se me ocurrió trabajar en el mío propio, me había fundido con el conjunto. Filosóficamente y escénicamente, lo anterior es muy bueno; pero relativo a la carrera profesional... no es la mejor idea.
     Llevo casi dos años trabajando para resarcir el daño que me generé. Por fortuna la gente sí reconocía mi trabajo, sólo no ubicaba mi nombre, no lo concebía separado de la marca.
      Ahora trabajo en impulsar ambos, mi nombre como creativo y el nombre de nuestra comunidad, HePa Producciones. Y les recomiendo hacer lo mismo, sin importar cuál sea su giro.

Guillermo Herrera

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